Arquiña de Vilaseco

De este monumento megalítico se puede ver hoy el túmulo de tierra y parte de las piedras del dolmen que afloran por la superficie en la parte más alta. Las dimensiones de la mámoa hacen pensar que nos encontramos ante uno de los megalitos de mayor tamaño de la Costa da Morte. El hecho de que el dolmen aún se mantenga cubierto parece indicar una buena conservación de toda la estructura. De hecho en la parte superior del túmulo se puede intuir la planta de la cámara a la que le faltaría la tapa de cubrición y el corredor orientado hacia el sureste, que conserva por lo menos una de sus tapas rota en dos trozos.

Un elemento interesante es el muro de una piedra divisor de propiedades que pasa justo por encima de la Arquiña. Esta circunstancia se repite en otros monumentos de la ruta como Pedra  Cuberta o Arca do Rabós. Nos está hablando de que las mámoas y dólmenes se siguieron utilizando con fines diferentes a los funerarios mucho tiempo después de la desaparición de las sociedades que los construyeron. Las antas no sólo constituyeron fuente de leyendas y mitos para la sociedad rural tradicional gallega, sino que también fueron usadas para trazar lindes de parroquias, propiedades, cotos... Durante la Edad Media se formalizaron en Galicia una gran cantidad de documentos como contratos agrarios, ventas de tierras, etc. que hacían referencia a los monumentos megalíticos como marcos territoriales. Cuando se fijaban los lindes siempre se acudía a elementos fijos en el paisaje como ríos, caminos, montes... Pero también yacimientos arqueológicos cómo mámoas, dólmenes, castros e incluso petroglifos.