
Estamos ante una de las mejores vistas de la Costa de la Muerte, donde viajeros de todos los rincones del mundo vienen para poder disfrutar de este escenario único.
Hasta hace menos de mil años la gente creía que este lugar era el confín del mundo conocido. Más allá no había nada, sólo mar. Si acaso, unas bestias monstruosas que vivían allí, donde terminaba el océano y que devoraban a todo aquel que osase navegar por el “Mare Tenebrosum”. Afortunadamente estas ideas desaparecieron por completo con el paso del tiempo, pero aun así, hoy día este paraje sigue rodeado de misterio, de leyendas y de creencias que lo convierten en un lugar que arrastra una buena carga de misticismo. Así es el Cabo de Finisterre: el mirador al Fin del Mundo.
El Cabo Finisterre es una península que se adentra 3 kilómetros en el mar de la Costa de la Muerte. La punta es un acantilado en ascensión desde los temidos islotes de O Petonciño y de O Centolo hasta el monte de O Facho (242 metros) donde parece que estaba el Ara Solis de la Antigüedad para la celebración de los ritos solares.
Su emplazamiento es de singular relevancia, ya que desde aquí , desde donde estamos, Si desde donde estamos miramos a la derecha, a la izquierda o de frente, todo lo que se ve, es mar. No en vano, Finisterre (o Fisterra) es el punto más occidental de Europa, por eso, desde la antigüedad se consideró este lugar el fin de la Tierra, o finis terrae, como lo bautizaron los romanos. Hoy día, en cierto modo, el Cabo Finisterre sigue siendo para muchos el fin de algo, el final de un camino, de un recorrido, tanto físico como espiritual.
El pueblo de Finisterre, nombre procedente del latín finis terrae, cautivó desde antiguo a multitud de personas que anhelaban asomarse al fin del mundo, donde la tierra acaba y el mar comienza, o por lo menos así lo creyeron las legiones romanas al contemplar el hundimiento del sol en sus aguas.
Antiguos geógrafos grecorromanos ubican aquí el Promontorium Nerium y el Ara Solis, el altar de culto al sol, construido por los fenicios y que el mismo Apóstol Santiago hizo destruir al poco tiempo.
La singularidad de Finisterre surge de las muchas leyendas que envuelven a estas tierras, en las que se entrelazan temas religiosos, marítimos y elementos pétreos. Gracias a la memoria de la gente de este lugar, estas leyendas siguen vivas, cautivando, junto a las maravillosas vistas que Fisterra posee, a todo aquel que se asoma a visitar el Fin del Mundo.
Finisterre está formado por un núcleo antiguo crecido en anfiteatro sobre el puerto. Sus casas y estrechas calles son de un gran tipismo y originalidad. En el centro se encuentra la Plaza de Ara solis, en las afueras, de camino al faro, encontramos el monumento más interesante de la villa: la Iglesia de Santa María de las Areas y dentro del conjunto histórico de la villa, destaca también el Castillo de Sano Carlos.
Su puerto es el mayor lugar de actividad del pueblo y su lonja, la primera lonja turística de Galicia. La flota está formada por pequeños barcos de bajura que utilizan diversas artes de pesca como el palangre, nasas, betas, etc.
A cualquier hora del día que paseemos por el puerto, encontramos marineros que van o vienen de pescar, reparando sus redes o en la lonja subastando el pescado.
El sector pesquero es uno de los más tradicionales del pueblo.
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