
La pista conduce al norte del pueblo de Lévignacq. Una oportunidad para detenerse en este típico pueblo y admirar antiguas casas que han sobrevivido a los estragos del tiempo. Y si hay otra que ha sabido resistir la marcha de los siglos, es precisamente la iglesia Saint-Martin. Rodeado de su pueblo, que ha hecho de él su corazón de vida, alberga admirables frescos y ricas pinturas que lo convierten en una parada obligada... al fresco. Los alrededores de Lévignacq son apreciados por su tranquilidad y belleza. Y para los más aventureros que temen acabar con ella, la pista continúa hacia Lesperon y hacia el emplazamiento de Arjuzanx (a 30 km), un magnífico ejemplo de rehabilitación de una antigua mina de lignito en un centro de ocio.