En su día se construyeron más de una veintena de reductos o fortificaciones a lo largo y ancho del macizo del monte Larrun con el objetivo de defender la frontera franco-española. Su primera utilización se remonta al año 1793 frente a las arremetidas españolas, y una segunda a 1813 cuando el mariscal Jean-de-Dieu Soult intentó resistir a las tropas inglesas de Wellington.