Son muchos los monumentos dedicados a los peregrinos a lo largo del Camino, pero ninguno tan emblemático como la colosal estatua de bronce que lucha contra el aire helado y el manto blanco que intentan hacerle retroceder en el Alto de San Roque, a 1.270 metros de altitud. Las piedras colocadas en su base por los caminantes protegen sus pies casi descalzos, mientras admira, inagotable, los montes de O Courel y Os Ancares.