Al igual que Roma, otro de los centros de peregrinación fundamentales para el cristianismo, Santiago de Compostela se esconde entre colinas. Algunas de ellas ya se han fundido con la ciudad, pero otras se han convertido en miradores naturales, como el de Belvís. En épocas de estío, desde aquí puede verse el sol poniéndose sobre las torres de la Catedral, por encima de los tejados del casco histórico.