Está fundida en bronce, para que no la fundan ni el sol abrasador ni la nieve bendita. Es la única escultura de mujer, peregrina, en todo el Camino. Ella es tan alta como cualquier mujer del Norte. Abuela, madre, hermana e hija de peregrinos. Peregrina ella también. Siempre alerta, firme, eterna, sola y hermosa, hija y reflejo de las estrellas. Mira al mar y al fin del mundo desde O Cebreiro. Tal vez para que nunca llegue, tal vez para acompañar a los que consiguen llegar al confín de su mirada.